El ballet es una danza rigurosa y exacta, de movimientos precisos, en la que los armoniosos movimientos de los bailarines crean una perfecta composición.El pasado domingo, 5 de Junio, Ribeira acogía por un año más la exhibición de fin de curso de la Escuela Municipal de Ballet Clásico, que este año correspondió a la edición decimonovena.
Este año se han subido 67 niñas y 3 niños, de entre 4 y 18 años, para hacernos las delicias a los amantes de la danza con la ejecución de sus pasos de baile.
A las 20.30, con una rigurosa puntualidad, las puertas al auditorio fueron abiertas y comenzó la carrera por coger el mejor sitio posible. Este año, a la ansiada cita acudió un número desmesurado de personas. Para evitar que alguien se quedase fuera de dicho espectáculo, los organizadores del evento colocaron filas de sillas plegables a mayores en el fondo para la gente que había quedado sin asiento.
A las 20.40, la función comenzó con el grupo de las más pequeñas. Ataviadas como si fuesen la mismísima Princesa Sofía, salieron a bailar «Princesas bailarinas», con música de Arnie Roth. Tras desempeñar una entretenida danza, dieron paso al grupo más numeroso que danzaron al sonido de Nick Murray y Patrick Doyle con «Cinderela e Indomable». Las bailarinas vestían un precioso traje de terciopelo rojo, con un tocado de plumas a juego.
A continuación salieron al escenario el grupo de los mayores a representar «Sinfonía en C» de George Bizet y una adaptación de la coreografía de Balanchine hecha por la profesora de danza clásica, Cristina Riveiro. La composición fue dividida en dos danzas. La primera , «Cristais Rubís», fue realizada por el alumnado más veterano de la escuela. La segunda, «Cristais Zafiros», fue llevada a cabo por lo participantes de la clasificación de edad inferior a los veteranos. En ambos casos el ropaje que llevaban era el mismo, a diferencia del color en las chicas. Por un lado, las veteranas vestían tu-tú blanco y body rosa aterciopelado, mientras que los zafiros lo llevaban blue velvet (terciopelo azul) como no podía ser de otra forma. En ambos grupos los chicos vestían de similar manera, casaca oscura con remaches en blanco a juego con las mallas del mismo color. La danza alternó Rubíes con Zafiros, para terminar con un apoteosico final donde ambos grupos se unieron para cerrar en conjunto el baile. He de decir que esto, personalmente, me encantó. El ver trabajar a los dos grupos como si fuesen uno me pareció de lo más acertado en la noche.
La última actuación vino, como ya en años anteriores, de la mano de Cristina Riveiro, la profesora de la escuela de danza. A diferencia de otros años, en esta ocasión hizo el escenario suyo con la única compañía de la música de «O mar» de Dulce Pontes. Riveiro sorprendió a todos comenzando su danza desde el fondo del auditorio, avanzando al ritmo de la música hasta el centro del tablado. Como ya en otras ediciones, los movimientos y pasos realizados por Riveiro transportaron al público hasta otro nivel.
Cuando se creía ya todo terminado el alumnado al completo, dirigido siempre por su mentora, apareció desde el fondo de la sala cantando y aplaudiendo, mientras daban las gracias a todos los presentes por su asistencia y apoyo.
Tras la ya clásica entrega de diplomas y obsequios y, para dar por finalizado el curso, el alcalde de la centenaria, Manuel Rivas, dedicó unas palabras de cariño a los participantes del festival y mostró su apoyo a las artes escénicas, y en general, a la cultura que se está llevando a cabo en el concello.
Tras la entrega de diplomas, la escuela municipal tomó unas fotografías de todos los alumnos en conjunto a cargo de Lesmes Fotógrafos, que cubrió el evento grabando la exhibición en vídeo.
Por mi parte, agradecer tanto a Cristina Riveiro, al alumnado, como a todos aquellos que hicieron posible el festival, por haber hecho las delicias de los que con cada año apreciamos más esta danza y disculparme por la tardanza en la publicación de este post.
Dress me like a Dream 